ARCHIVO 222

Livianos caminamos dejando que una sola cosa nos alejara, era el silencio que se apoderaba de cada imagen, sin embargo, nos tocamos sin tocarnos, nos amamos sin amarnos, nos morimos y vivimos.

Para darle espacio al vacío, ese limbo donde danzamos con armonía, melodía y ritmo.

Encontrando los sonidos y silencios, esos que provenían de las ramas cuando se tocaban unas con otras, de la misteriosa vida debajo del lago, esa, que nacía sin preguntas, esa que tenía como única respuesta, la nada.

Mientras esa danza continuaba se detuvo el viento.

No existió el tiempo, solo se escuchaba la respiración esa que nos conectaba con el vuelo no con alas si no con la imaginación de la presencia.

Luz y sombra fue esa presencia que nos llevo a sentir el silencio de las imágenes, no como ajenas, pues éramos nosotros aquellas imágenes que hacían parte de esa mismísima nada.